Los murales que me enseñaron el espacio y el silencio

21 de mayo de 2025
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Desplazarse hacia abajo
Los murales que me enseñaron el espacio y el silencio

Los murales que me enseñaron el espacio y el silencio

Antes de pintar una pared, estaba obsesionada con la profundidad.

No profundidad como habilidad o estilo. Profundidad como lo que perdura en la sala cuando nadie habla. Profundidad como el tipo de silencio que te hace escuchar de forma diferente.

Para mí, los murales se convirtieron en una forma de hablar sin palabras. Transformar los muros en invitaciones. Para reconfigurar la atmósfera de un espacio a través del ritmo, el tono y la textura.

Escuchar las paredes

Una de las primeras veces que sentí esto fue durante una residencia artística en Nicaragua. Vivía en Playa Maderas, trabajaba con el equipo de We Stay Lost y creaba obras a gran escala en el Hotel Hulakai. Las paredes no eran lienzos en blanco, sino superficies que escuchaban. Se podía sentir la brisa del Pacífico, el suelo volcánico bajo los pies, la naturaleza salvaje en el aire. Mi trabajo no era decorar. Era traducir.

Creé una pieza que se extendía por varias superficies, una expansión suave y fluida que reflejaba el pulso de la marea y el silencio del dosel de la selva. No se trataba sólo de color o composición. Se trataba de presencia. De quietud. Formar parte del entorno en lugar de intentar destacar.

Evexia: El lenguaje de la fluidez

Años más tarde, me encontré en Marin County, California, creando dos grandes murales para Evexia, un espacio de bienestar basado en la restauración y la vitalidad. En su zona de coworking, pinté tres paredes separadas con ondulantes cadenas montañosas y rítmicos puntos.

El objetivo no era la estimulación. Era la resonancia.

El mural se diseñó para que pareciera una exhalación. Para evocar el paisaje que se extiende más allá de las ventanas. Para crear una ilusión de espacio infinito, de estar dentro de algo expansivo.

Un miembro del equipo me dijo que las paredes daban a la sala una sensación de calma que no habían experimentado antes. Otro dijo que había cambiado la energía con la que la gente colaboraba en el espacio.

En el exterior, pinté un mural de 700 pies cuadrados en las paredes del patio, con tonos degradados y alineados con el sol. Madera con listones, transiciones atrevidas, geometría cálida. Una invitada lloró cuando lo vio y dijo que hacía brillar todo el vestíbulo. Que ahora la luz tenía un lugar donde posarse.

Fue entonces cuando me di cuenta de algo: los murales no solo cambian el espacio. Cambian a las personas.

El silencio forma parte de la composición

Lo más difícil del trabajo mural no es la escala. Es saber cuándo no añadir más.

Gran parte de este trabajo es sobre la moderación. Mantener la línea. Dejar que la pared respire. Cada pieza que hago ahora es un estudio de la quietud tanto como una expresión de movimiento.

Tanto si pinto en una cabaña en la selva, como en un estudio de meditación o en un loft de coworking, mi intención es la misma:

  • Crear arte que no compita con la vida
  • Utilizar la forma y la fluidez para anclar la energía
  • Que el silencio entre las formas también diga algo

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